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La placita de siempre


Era un día soleado, y papá decidió dejar de trabajo temprano hoy. Me mandó a ponerme las zapatillas, seguro íbamos a salir.

-¡Vamos! Estoy cansado de tanta pantalla, salgamos a dar una vuelta. Dijo con un tono algo protestón.

No lo dudé, agarre la mochila, que ya tenía preparada por si algo así pasaba alguna vez. Me vengo preparando para esto, desde que Papá empezó a trabajar en casa. Algún día tenía que pasar, y yo no había perdido las esperanzas.

En casa somos nosotros dos, Papá y yo. Algunos días viene Lola a darnos una mano con la limpieza. Nuestra vida estaría siendo bastante aburrida desde el nuevo trabajo de Papá. Antes salíamos bastante, él decía siempre que tenía mucho laburo, pero se iba a trabajar, yo iba al jardín y el volvía a buscarme a la tarde. Cuando estamos en el auto me preguntaba si quería ir a la plaza. Él se sentaba a mirar los pajaritos y yo corría por ahí haciendo nuevos amigos. Eso era todos los días, pero desde que trabaja en casa, casi no se levanta de su sillón. Se ocupa siempre de mí, me prepara la merienda, me peina, me ayuda a bañarme y a vestirme, pero no tiene tiempo para jugar. Y como él no tiene tiempo para jugar, yo juego solo. A veces se preocupa y me abraza muy fuerte con lágrimas en los ojos. Y yo lo dejo abrazarme y llorar. Pobre, no le gusta este trabajo, trabaja para que podamos comer. Ya le dije que lo cambiara, que era más feliz cuando trabajaba afuera, pero él cree que no es tan fácil.

Bueno pero como dice Lola, todo llega y llegó. Estaba feliz de tener lista la mochila. Antes de salir recargué la cantimplora, uno nunca sabe, por ahí no conseguimos agua. Una vez volví de la colonia y como no había tomado agua en todo el día, porque me entretuve jugando, me insolé y Papá se preocupó mucho. Una cosa así no me pasa dos veces.

Papá me mandó al baño y nos fuimos caminando a la plaza que queda cerca de casa.

Hacía tanto que no iba a la plaza, estaba todo cambiado, creo que se había achicado la hamaca, el tobogán, hasta la calesita parecía más chiquita. Estaba todo distinto, raro, los chicos tampoco eran los mismos.

Papá me pregunto si quería dar una vuelta en calesita, a lo que contesté que me encantaría. Esperaba que estuviera Luis vendiendo las entradas. Pero me sorprendí, porque en su lugar había una mujer muy grandota y con voz gorda preguntó ¿Cuántas vueltas? Me quedé helado ¿Cómo había podido cambiar tanto esta plaza? Y papá compro tres, no me iba a perder la vuelta en calesita, así que me subí. Elegí al caballito, porque todo lo otro me parecía muy chiquito.

¿Que habrá pasado con Luis? Era mucho más alegre para hacer el juego de la sortija. Esta mujer no tiene ganas. Y está música no la conozco para nada, a papá parece gustarle, pero yo no la había escuche en mi vida. Entonces deje esa tontería de la sortija y le pregunte: ¿Y Luis dónde está? A lo que me contestó: No trabaja más acá, ahora estoy yo. No me gustó nada su manera de contestar tampoco… ojalá Luis esté en una calesita mejor que esta, porque se lo merece. Le dije a papá que quería ir a otro lado, él estaba un poco sorprendido porque antes me quedaba horas en la calesita, pero me llevó sin problema al tobogán.

Estando en el tobogán siento un campanita y alguien que grita ¡Llegaron los Globos! ¡Vengan chicos! ¡Pidan que hay de todos los colores! Me alegré al escucharlo porque creí que era Luis, que había cambiado de trabajo y ahora vendía globos. Pero no paraba de sorprenderme… Al darme vuelta descubrí que se trataba de Batman. Parece que a todos les pegó la crisis, lo último que me faltaba era ver a Batman así. Había engordado y el traje le quedaba chico, estaba todo traspirado porque hacía mucho calor. Quizá Batman también había tenido que cambiar de trabajo, como papá. Me quede frio observándolo. De pronto lo veo sacar una sillita plegable de su bolso. Abre la silla y se sienta. Se seca la traspiración con un pañuelo que saca del mismo bolso de donde sacaba los globos para inflarlos soplando con su boca. Entonces me acerque y le pregunté “¿Hace cuánto que no luchas?” (La Gente anda diciendo - @lagenteandadiciendo) A lo que respondió, que seguía luchando, que luchaba todos los días, pero menos, porque cada vez le costaba más. Me dijo que no me preocupe que él aunque sean pocas las peleas que enfrentaba ahora, eran las más importantes y que no iba a bajar los brazos, nunca iba a dejar de luchar. Y me regaló un globo verde. Salí corriendo para mostrarle a papá y después de mostrar mi globo le dije: ¡Tenés que hacer como Batman! ¡Nunca dejes de luchar!

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