Hoy brotan de lo más profundo de mi corazón esas ganas locas de expresar, que me resulta imposible contener. Y se me presentan tantas ideas juntas que necesito escribirlas, dejándolas fluir para que tomen forma antes de que explote. No sé dónde me van a llevar mis pensamientos o cuan alto voy a volar con mis palabras.
¡Volar! De eso se trata, de que la imaginación no pare de tirarme buena data.
Ya que estamos volando, miremos hacia abajo, porque lo hermoso de volar es apreciar al mundo desde arriba.
No pierdo un segundo cuando hay que levantar vuelo, lo más difícil es decidir aterrizar. Pero ya no lo hago de golpe. Tampoco me lanzo al vacío.Me preparo, a veces lloro, y cuando decido que es el momento, tomo coraje.
Aterrizar tiene su encanto, aunque atemoriza, pero con la postura adecuada y la velocidad justa, la satisfacción que provoca es de un inmenso placer.
Cuando estás acá abajo y mirás el cielo te parece tan hermoso como cuando miras la tierra desde arriba. Entonces apoyás la planta de tus pies sobre el pasto recién cortado, percibís su aroma y pensás: ¡que lindo es poder planear por el cielo! Igual que caminar la tierra, descalzo y sin miedo.